Saddam Hussein llegó al poder de Irak en 1979, con el ambicioso anhelo de forjar una gran nación que abarcara toda la región del Golfo Pérsico, y de convertirse en el líder que unificara la región de Medio Oriente.
La revolución islámica al mando del ayatollah Jomeini puso fin a la occidentalización de Irán y supuso una inestabilidad en la zona que Hussein vio como una oportunidad para convertirse en el líder del Golfo. A los pocos meses de asumir como gobernante de Irak, Hussein dejó claras sus grandes ambiciones, cuando sorpresivamente invadió a la vecina nación de Irán. El resultado fue una guerra que duró ocho años y en la que murió más de un millón de personas. Paradojalmente, en este conflicto, Estados Unidos -que veía como una amenaza la acción de Jomeini- apoyó con enormes recursos a Irak.En agosto de 1990, luego de solo dos años de paz y con una economía arruinada por el conflicto con Irán, las tropas iraquíes lanzaron un nuevo ataque sorpresa que tuvo como escenario Kuwait.
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